ENSEÑANZAS DEL CORAZÓN

Ha finalizado la Semana Santa. Después de casi una semana en nuestras rutinas, tenemos ya olvidadas las horas de descanso, de ocio, de salidas de procesiones; las horas de playa o las de esquis, o las esperas a que pase el trono por las sillas.

Ya estamos de nuevo con nuestras vidas en marcha.

Estando en mi procesión del Viernes Santo, en mi pueblo adoptivo, Archidona, llegaban a mi corazón aprendizajes nuevos. En unas horas donde “mis ausencias” eran más doloras que nunca, mi cabeza y mi corazón se hacían amigas. Las lágrimas que corrían por mis mejillas, ante la soledad, las faltas de quienes más me quisieron, de ese campanillero humilde y sencillo que cada año me acompañaba, ante la mirada atenta desde el cielo de la estrella que mas brillaba.

Como podía entonces olvidar, al señor en del Santo Sepulcro?, al que como “Damas” acompañábamos antes de enterrar. Y es verdad, de nuevo, las despedidas son muy duras.

Fijaros entonces, entre mi llanto, y el dolor inmenso en mi corazón, paramos en la Calleja de los Moriscos, donde vivió la Tata, a quien quise como una abuela y otra despedida mas. Y entonces me pregunté?, y si Dios nos hizo a su imagen y semejanza, ¿quiso él que yo tuviera una vida de penas, pesares y tristezas?.

¿Cómo puede una muerta dar vida?, ¿Cómo pueden las despedidas darnos aliento y energía?.

Y fui consciente de mi respiración. Por unos minutos fui capaz de dejar mis pensamientos, mis recuerdos, mis seres queridos, y respirar. Solo parando el pensamiento, existe una transformación. Y es que, acaso, ¿quiero tener solo penas de quienes más me cuidaron?

Y fui consciente de que la vida no es más que un mar, a veces embravecido y otras veces en calma. Que las emociones salen de lo más profundo de mi y de ti. Que eso no lo podemos controlar, solo identificarlas, reconocerlas. Pero si podemos elegir como queremos vivirlas.

Y fui consciente, que mis padres estaban a mi vera, en La Plaza, en esa oscuridad preciosa. Y con mi presencia allí, honré su memoria. Y la pena, la tristeza, la amargura, dieron paso a la reconciliación, al amor,  la satisfacción de estar donde quería estar.

Y algunos me dijeron , valiente: otros que como iba, que vaya dolor…..Y es que la vida es entrenarse. Entrenarse para lo que viene. Y que mejor momento para entrenar valentía, fuerza, éxito y el poder de transformar las cosas, que este? Lleno de seguridad, confianza, amor, ternura, alegría, recogimientos, durante toda mi vida.

¿Y es que acaso creéis que vamos a vivir una vida sin obstáculos?, y cuando lleguen que váis a hacer, ¿correr?, ¿esconderos?, ¿gritar?, ¿llorar?….y luego qué?

La vida está llena de experiencias para que cada uno aprenda.

Y mi aprendizaje el Viernes Santo fue de fortaleza ante mis caída; Puedo transformas las cosas; me paro y en libertad elijo como quiero vivir.

La muerte nos da presencia . Aunque hay “cosas” que terminan, la hierba crece en el lugar mas seco.

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