El pasado viernes, comencé con la viva experiencia de compartir los talleres, desde Alto Rendimiento Personal. Disfrutamos del Taller de Comunicación. Y digo viva, porque el taller fue práctico.
Es la oportunidad que nos brinda la vida, para que de forma cuidadosa, comencemos a mirar, nuestro pensar, lo que decimos y nuestro hacer, desde otra perspectiva. Y esto es, salir de la zona de confort.
Disfrute de mi trabajo y de mis grandes apoyos, las valientes asistentes, que con humildad y corazón se entregaron a esta práctica.
Una comunicación que comienza y termina en el corazón de cada uno. Comunicación No Violenta, término que acuño Marshall Rosenberg, y nos invita a hablar, observar y vivir desde el corazón.
Desde el corazón, nuestras palabras no duelen, no hacen daño. De forma natural, el corazón habla, cuando renunciamos a la violencia, dijo Gandhi. Y no solo renunciar a la violencia física, también a la verbal ( hablar con juicios, comparaciones, exigencias…).
Hablar desde el corazón requiere un contacto íntimo con uno mismo, y compasión para estar con el otro. Compasión , como un rio que fluye, en calma, con sosiego, con una escucha sincera. Porque el silencio valida el habla, da valor a las palabras que el otro dice. Una escucha atenta, armoniosa, acompasada a los ritmos del que habla.
Hablar desde el corazón es ser capaz de parar, de respirar, y tomarnos un poco de tiempo para identificar, qué siento, cuáles son mis necesidades y las del otro.
Hablar desde el corazón, es mirar por la calidad de la relación, porque se satisfagan las necesidades de ambas partes.
Es estar en contacto con lo mejor que hay en ti, tu alegría, tu optimismo. Responder desde lo más profundo de ti y conectarte, con la honestidad y la empatía, para que el “otro” veas que no es manipular tu objetivo, ni exigencia lo que buscas, ni un culpable.
Cuando hablamos desde el corazón somos capaces de encontrar las palabras adecuadas. Este contacto íntimo, esta experiencia de parar, de identificar emociones y mis necesidades, mostrar mi vulnerabilidad y ponerla sobre la mesa, me posiciona desde otro observador. Soy capaz de sostener este “malestar” que siento en mis tripas y de limpiar las lágrimas que corren por mis mejillas. Y con congoja siento, que oyendo y valorando mis necesidades y las del otro, es el corazón el que guia mis palabras. Y no mi mente, ni la razón, ni mi ego, que disfrazados de juicios, comparaciones, culpables y exigentes, se manifiesten como triunfadores.
Necesitamos a nuestras dos mentes (la racional y emocional) para este trabajo. Vamos a valernos de la razón, para encontrar nuestra responsabilidad en esta nueva forma de observar, y de vivir; y a la emoción, para disfrutar de la valentía, el respeto, la compasión, la honestidad y la empatía y comenzar a VER, a DAR, a HABLAR y a ACTUAR, desde el corazón.
En el corazón está el origen de la vida. En un embrión de pocas semanas, ya oímos el latido del corazón, y observamos que de él salen los dedos, que poco a poco formaran sus manos, sus brazos….
Y es que todos somos corazón.