Algunos ya sabéis que el sábado pasado mi hijo mayor, Alfonso, hizo su primera Comunión.
Desde que nació Alfonso se presenta como mi pequeño gran maestro. En esta ocasión el aprendizaje ha sido durante los 3 años de catequesis, 3 años!!!!!.
Mi marido y yo elegimos en el colegio la asignatura de religión y también que hiciera la comunión. Este paso lo hicimos en automático, no hubo reflexión. Nosotros somos cristianos y hemos crecido en la religión católica, y en fin, no hubo dudas.
Según iban pasando las semanas , meses y años de catequesis (entran con 6 años y acaban con 9), Alfonso preguntaba, preguntaba, preguntaba. Mi marido a veces se desespera porque lo pregunta todo, y quiere saber y conocer cosas, y algunas ni siquiera nos hemos parado a reflexionar nosotros como adultos. Algunas preguntas que puedo recordar son:
¿Dónde está Dios?, ¿Por qué no lo veo?,¿Por qué mi amigo Marcos no cree en Dios?, ¿Y si Jesús era hijo de Dios, entonces San José era su padre adoptivo?, ¿Para qué sirve rezar?, ¿Y cuándo comulgas te vuelves bueno del todo?, mamá cuando oí que íbamos a hacer examen de conciencia, me dio un pellizco en el estómago, yo no me los sabía!!!. Mamá yo tengo dudas, unos días creo en Dios y otros no, ¿esto es malo?.
Y como padres sabéis que estas preguntas las hacen en cualquier momento, jajaja. Y la primera vez me pilló la respuesta en automático , las siguientes no. Os cuento: más allá de contaros qué le dije en cada una de estas preguntas, quiero contaros la columna vertebral de mis argumentos.
Para mi es importante ofrecer coherencia a mis hijos, de quien soy como madre, como mujer, como esposa, como amiga, y como cristiana.
NUESTRA FAMILIA DE ORIGEN
No sé vosotros pero yo vengo de una familia muy católica, sobre todo mi madre. Estuve en el colegio de las Esclavas en Málaga y después en una de Curas, Los Olivos. Yo crecí y me hice adolescente y era una disciplinada practicante. Yo fui niña buena, obediente, responsable, también inquieta, pero sobretodo buena.
Uno de mis aprendizajes personales, ha sido ver mi complitud. Darme cuenta que en momentos soy “buena” y en otros me puedo permitir ser “mala” (puede que no sea el comportamiento más “adecuado”, pero en ese momento cubre una necesidad) y con el paso de los años he aprendido a que esa necesidad se cubra sin que tenga que pasar por un comportamiento malote (en mi caso un grito, una respuesta borde).
Y este aprendizaje, me hizo “reencuadrar” muchos de las enseñanzas religiosas que había recibido a lo largo de los años : Una niña tiene que ser obediente, tiene que ser buena, ayudar a los demás, ser alegre , etc….. Y digo reencuadrar (esta es una herramienta de coaching muy potente: y no es más que buscar significados nuevos a lo que sucede). Por ejemplo: Mi hijo viene y me dice , mamá me han dicho que tengo que ser obediente:
Mira para los adultos es muy cómodo pedir y que nos obedezcáis. Y en ese momento tú estás haciendo algo muy muy chulo, yo no me he dado cuenta y tu contestas: no quiero!!! Y es que tú te estás divirtiendo (como niño cubre su necesidad de jugar y divertirse y dura mucho tiempo incluida la adolescencia), entonces tu y yo juntos, hablamos y llegamos a un acuerdo: mira , que veo que te lo pasas pipa, disfruta hijo mío, qué te parece si juegas un rato más y a las y 10 recoges y al baño, te parece?. (no se trata de que obedezca, sino del impulso interno que tenemos los adultos, que cuando nos obedecen sentimos tranquilidad. Y yo he aprendido junto a mis hijos después de “sus des-obediencias”, que mi tranquilidad es mía y no pasa porque nada externo tenga que ocurrir que me de tranquilidad).
Nuestros padres, nuestros educadores, las monjas de mi cole, todavía me acuerdo de la Hermana Maria Prat y la Hermana Juana (solo me miraban y me quedaba firme), lo hicieron de la mejor manera que supieron, y yo como niña interpreté a mi manera mi religión que durante años me acompañó a ser quien soy hoy.
MI FAMILIA ACTUAL
Ahora recojo todas esas enseñanzas, creencias, ideas, rituales, y los hago míos, a mi manera. No es que haga mi propia religión, sino que he aprendido a poder dar un significado distinto a lo que un día la niña creyó.
No hay que ser buena, ni obediente, ni ayudar todo el rato, y confesarte por tus pecados.
Para mí la religión católica (y de verás que sé que esta es mi mirada, solo mía y respeto a cada persona en su práctica particular), es tener la capacidad de ver mi propia humanidad, igual que Dios envió a su hijo hecho hombre al mundo, para que viviera como uno de nosotros.
Cuando alguno de nuestros hijos se porta “mal”, está cubriendo una necesidad.
Cuando mi marido hace algo y a mí me duele, no es el responsable de mi tristeza, y ha pecado. Él se comporta lo mejor que sabe y está cubriendo su propia necesidad.
Cuando yo respondo desde la ira, no soy más que una persona humana, que cuando las cosas no salen como quiero (mi mecanismo de control), me enfado como una niña pequeña, y cuando esto me ocurre delante de mis hijos, contesto: “ estoy aprendiendo a contestar con calma, lo siento, cada vez me saldrá mejor”.
Mi religión es aceptar mi propia vulnerabilidad, y expresarla, para que mis hijos conozcan todas mis partes humanas y se conozcan a ellos mismos en su propia humanidad, en todas sus partes, y no solo en lo que espera de ellos. No es un examen de conciencia, es vivir con consciencia: comprender mi humanidad más allá de lo que se espera de mí.
Y en mi propio crecimiento, en mi aprendizaje, les digo esto es como yo lo hago. Estas son mis creencias, y así las comprendo y las practico en mi día a día. Esto no significa que sea así para todo el mundo, ni si quiera que es lo correcto, esto es lo que es para mí. Y si algún día mis ideas, mis creencias, dejan de tener sentido, cambiaré, no pasará nada si cambio.
“Alfonso, encuentra tu manera de estar en la vida, de saber quién eres, y de saber que tus opiniones, tus comportamientos tienen un impacto en ti y en los demás. Aprende a pensar por ti mismo, y hasta que decidas por ti mismo puedes guiarte por mis propios principios”.
Mirad, he aprendido que la vida es dinámica, que hay espacio para todo. No tiene nada de malo, ser distinto, no saber y cambiar de idea algo que creí toda la vida.
¿Y EL POSTUREO?
Y a esta conclusión he llegado en estos 3 años. Claro que no soy la misma niña de entonces. Soy una mujer que elige seguir honrando las creencias que le dieron quienes más la quisieron pero con una mirada más amplia, más humana, para adaptar mis creencias religiosas en este siglo XXI.
Y la primera comunión, no es señal de postureo. No necesito demostrar quién soy, cuanto tengo, cuanto valgo, cuantos invitados vienen, cuanto me gasto….Esto es superfluo al máximo.
Esta catequesis junto a Alfonso, me ha servido a mí para renovar mis propios valores y comportamientos religiosos, y encontrar mis nuevas formas coherentes de ser cristiana, más allá de lo que se espere de una madre cristiana y católica.